«El pintor no debería pintar lo que tiene frente a él, sino lo que ve dentro de sí mismo».
—Caspar Davis Friedrich

Para hacer retratos satisfactorios, probablemente viene bien hacer algunos autorretratos y también haber aprendido a aceptar las fotografías que otros te han hecho. ¿Cómo es posible, si no, comprender la turbación, la ansiedad, incluso el pánico, que a menudo asalta a la gente cuando sabe que está siendo fotografiada?

No me tengo por demasiado gordo, mi nariz es grande, pero no exorbitantemente larga. Y, sin embargo, no pude aceptar mi propia apariencia física durante años. Solía soñar con parecerme a Samuel Beckett. Me hice una serie de autorretratos y cada vez «disfrazaba» mi rostro porque lo rechazaba totalmente. Gesticulaba, hacía trucos con la luz, movía la cámara deliberadamente. La cura para este juego teatral llegó cuando me vi obligado a mirarme a mí mismo durante la duración completa de una película para la televisión —titulada Un fotógrafo entre los hombres, realizada por Claude Goretta—. La dosis fue lo bastante fuerte como para curarme. Este hombre al que veía ante mí existía con todas sus debilidades. Era real y en cierto sentido estaba más allá de mi control. Yo ya no era responsable de su apariencia.

Mohr, J. (1982). Autorretrato. En J. Berger & J. Mohr, Otra manera de contar (pp. 38–39). Gustavo Gili.

Al final, después de mucho tiempo haciendo retratos, me he dado cuenta de que el impulso que se esconde en mí es transmitir una forma de mirar –una voz— y que otros vean como yo veo. Por eso insisto demasiado quizás, y en especial a quienes fotografío, en la idea de que la imagen resultante es algo bello más allá de si se nos ven o no los michelines, se nos marcan los huesos, o nuestro perfil es más o menos apolíneo. Creo que comprender esto nos sirve para valorar mejor la fotografía y, por ende, la imagen de uno mismo. También nos ayuda a aceptar nuestra imagen y, en cualquier caso, a ser compasivo con ella fortaleciendo nuestra autoestima. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con las fotos que anegan Instagram y otras redes.

El caso es que el otro día hablando con una amiga, se me ocurrió escribir algo para animar a hacerse fotos con la intención de provocar un encuentro con la intimidad de uno mismo. No me refiero a los selfies (prácticamente todos iguales) que se preocupan por mostrar siempre el lado más favorecido. Ni siquiera es necesario centrarse en la cara o el rostro. La idea inicial no debe ser compartir los resultados y pretender obtener muchos likes. Si hablase de esto no gastaría ni tinta ni esfuerzo alguno, ya que Internet está saturado de todo eso. Esto va de hacerse retratos intentando verse a sí mismo de un modo distinto.

Ren Hang, Untitle.

La Escuela de fotografía de Apertura donde hice varios talleres, tuvo durante muchas convocatorias anuales un concurso llamado “Mira el mundo con otros ojos”. Este es el enfoque, pero ahora dirigido hacia uno mismo: “Mirar-se con otros ojos”. Previamente hay que considerar aquello que escribió Chesterton sobre un árbol: «Mientras consideremos un árbol como una cosa obvia, natural y razonable creada para alimentar a una jirafa, entonces no podemos maravillarnos cabalmente de ese mismo árbol». Los que no son capaces de ver en un árbol más que un árbol, lo siento; pero quienes tenéis la suerte de imaginar, no deberíais permitiros el lujo de perder las posibilidades que os brinda el arte.

André Kertész, Autorretrato con Carlo Rim, 1930. Copia en gelatina de plata.

Hacerse fotos no es como mirarse en el espejo, ya que ni la perspectiva, ni –sobre todo— la intención es la misma. Solemos recurrir a él para darnos seguridad antes de salir a la calle y exponernos a los demás. En la mayoría de los casos es sólo parte de una preparación para gustar a otros. Autorretratarse significa romper el espejo e interponer una cámara entre tu yo como ente corpóreo (cuerpo) y tu yo como alma (tu mirada). Debes llegar a olvidarte de ti mismo si quieres convertirte en una foto. En cierto sentido es como si estuvieras meditando. Borra de la cabeza otras fotografías que hayas visto, ya sean tuyas o de otras personas; de redes sociales, revistas, etc. Es un ejercicio difícil porque estamos contaminados por otras imágenes y la inspiración siempre tira de memoria. Pero esto es como salir a la calle con la cámara y que ésta te sorprenda, la única diferencia es que ahora tendrás que buscar en cualquier rincón de tu cuerpo y encontrar la belleza que hay en ti, no la belleza que crees que eres o no eres. De nuevo: olvídate de ti mismo.

BILL BRANDT (1904–1983), Jean Dubuffet, 1963, Gelatina de plata.

Al principio, el autorretrato puede ser similar a asomarse al vacío o tirarse desde un avión (yo lo he hecho); da un vértigo muy incómodo, pero cuando te lanzas… ¡Madre mía, qué liberación! Recuerda que al igual que en el ejemplo del avión, tú también cuentas con un paracaídas: las fotos son únicamente para ti. Debes tener en la mente que no las vas a compartir, incluso que las eliminarás después si pensar en eso te da más seguridad. Luego puedes cambiar de opinión, pero no empieces este ejercicio pensando que es algo para los demás.

Bas Jan Ader, Estudio para Estoy demasiado triste para contártelo, 1971, Copia única en gelatina de plata.

Hechas estas advertencias, voy a darte algunas pautas (permitidme usar el femenino):

  1. Elige un día en el que te sientas tranquila y en calma la primera vez que decidas hacerte fotos. Aunque tampoco podemos descartar los días tristes y difíciles si te ves con capacidad: puede ser interesante para soltar malas vibraciones y encontrar autenticidad en la mirada. Lacrimae rerum, pars optima nostri sensus (Las lágrimas son la mejor parte de nuestros sentidos, Décimo Junio Juvenal en su Sátira XV).
  2. Busca un lugar con buena luz en el interior de tu casa o en el exterior, pero intenta quedarte sola en un espacio privado y que no te interrumpan. Una buena ventana por donde entre claridad es un sitio idóneo. También puedes experimentar con un flexo o lámpara que en mitad de la oscuridad crea un ambiente más íntimo y quizás unos resultados más sorprendentes.
  3. Elige ropa cómoda, no te vistas como si fueses a salir de fiesta ni a una cita romántica. Déjate de boudoir, de ligueros y conjuntitos sofisticados porque restarán protagonismo a tu persona. Usa la ropa sencilla y dedícate a jugar.
  4. Usa una cámara de fotos o el móvil, sirven por igual. Lo pones fijo o lo apoyas en cualquier cosa. Puedes fabricarte un trípode casero. Configúralo para que dispare cada 15 ó 30 segundos o apunta con él hacia una parte escogida de tu cuerpo: un brazo, la mano, la comisura de los labios, el pecho, una clavícula, qué sé yo. Averigua formas interesantes, perfiles inusuales, prueba con las luces. Borra tu mente, despéjala de todo. Vacíala. Sólo observa. Los móviles son ideales para esto porque no pesan y además tienen una opción macro que permite acercarlos mucho a un objeto. Estas son dos maneras diferentes que modifican un poco el sentido: hacerte fotos como sujeto completo o hacerle fotos a tu cuerpo. Yo quizás comenzaría por lo segundo y pasaría después a lo primero, yendo de planos cerrados a otros abiertos.
  5. No poses ni gesticules cuando en los planos más generales se vea tu rostro. No busques sensualidad, erotismo, ni nada que se le parezca. No trates de comunicarte con la cámara, simplemente que tu mente tenga estas dos palabras: ser y estar. No hay que hacer o parecer, sólo ser y estar. De nuevo: olvídate de lo que hayas visto anteriormente, olvídate de ti.
  6. A medida que vayas sintiéndote cómoda (porque al centrarte en encontrar imágenes te irás quedando absorta en el proceso) podrás exponerte más y llegarás a despojarte de tus miedos, entrando en el desnudo emocional y quizás también en el físico. El ritmo y la velocidad depende de cada persona. Tampoco pretendas llegar a un grado concreto de exposición, no fuerces nada. Si aún no te sientes cómoda es porque tendrás inseguridades, complejos o heridas profundas, pero recuerda que en cada contacto la cámara puede ser una sesión curativa que es de lo que se trata. No olvides que las fotos las estás haciendo exclusivamente para ti y nadie más.
  7. No te obsesiones mirando constantemente la pantalla cada vez que dispares. Al principio haz algunas de prueba para comprobar cómo se ven, pero aguarda a verlas todas seguidas hasta que decidas no hacer más. Lamentablemente –o no— en la mayoría de los casos no creo que vayas a disparar con carrete (que sería lo ideal), pero creo que es mejor tener la paciencia suficiente para sorprendernos del proceso cuando todo acabe.
  8. El resultado es lo de menos, no pienses en él. No todo el mundo posee la habilidad de ver como un fotógrafo. La mayoría de quienes nos dedicamos a esto ni siquiera podemos llamarnos a sí mismos de ese modo. Realmente pocos tienen el ojo necesario y se dedican a copiar la naturaleza en vez de transformarla. El verdadero fotógrafo encuentra belleza en un pimiento, algo al alcance de muy pocos.
  9. No obstante, lo que importa es la experiencia y la intención correcta: aprender a mirarse con otros ojos.
  10. Y si quieres que te dé una razón de peso para valorar positivamente las fotos que aún no has hecho, me lo pones muy fácil. Citando a John Berger en La apariencia de las cosas: «El uso más popular de la fotografía es como recuerdo de lo ausente». Porque, amiga, en un tiempo eso que te ves habrá desaparecido, así que quiérelo.

Bonus track (como dicen los modernos). Haz las fotos en blanco y negro, ya que tiene un grado menos de transparencia –en comparación con el color— que no ayuda a alejarnos de cómo percibimos la realidad.

Edward Weston, Pepper No. 30, 1930. Gelatina de plata sobre papel. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.

Ojalá a alguien le pueda ser útil esto que escribo, pues la fotografía siempre es una revelación. Me consta que quienes han tenido esta experiencia que he recomendado muchas veces, ha marcado su manera de verse a sí mismos. Y por supuesto, me encantaría que si te ha gustado este post y, sobre todo, si te ha servido, me envíes algún comentario. Sobre todo que me cuentes tu experiencia si te has hecho autorretratos de esta manera. Y bueno, si no sabes cómo convertirte en parte de una obra, dame el toque. No te aseguro que vayamos a hacer arte, pero sí que lo intentaremos.