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Desde las pinturas y el maquillaje hasta la modificación de la información genética, pasando por la cirugía estética y la selección de embriones con la biotecnología, el hombre ha querido ir contranatura. Y nada hay más perfecto que aquello que los dioses crearon, como tú y como yo. Esto es aceptar el equilibrio original de la vida como sucedió durante millones de años hasta la aparición de la inteligencia y con ello el surgimiento del arte, de lo artificial. Las formas inventadas por mejorar lo que la naturaleza es, no ha hecho más que violar de algún modo lo que ya es un ideal hecho realidad. Paradójicamente sólo al cuestionarlo es cuando somos conscientes de su pureza.
¿Entonces el arte es incapaz de mejorar lo que nos viene dado? Decía el cineasta italiano Roberto Benigni, en su película La tigre e la neve, que el escritor puede —usando las palabras bien escogidas y bien combinadas— hacer sentir al lector lo que él mismo había sentido. El fotógrafo americano Ansel Adams manifestaba que en sus positivados y reproducciones lo que buscaba era representar el paisaje no como lo había visto, sino como lo había sentido. La naturaleza —o lo que muchos llaman realidad—, es una; mas su interpretación o lo que pueda provocar es tan diverso como seres humanos y ánimos existan. El arte —o mejor, la creatividad– es hacer algo nuevo, bien sea a partir de los ingredientes que nos ofrece el cosmos o renunciando a ellos como lo pretende la abstracción. Quizás el escritor es capaz de potenciar en otros los sentimientos por él sufridos. Y seguramente el fotógrafo puede causar el asombro a través de sus fotografías de lugares que pasarían desapercibidos de no haber sido elegidos por el foco de su cámara. Pero, ¿acaso no todos llevamos un ser sensible con capacidad para maravillarse del mundo? ¿la función del artista se circunscribe únicamente en la representación, sólo va de mostrar lo que ya existe?
Walt Whitman estaba altamente influido por el deísmo; una corriente que aunque dota a Dios de un papel creador, es la naturaleza la protagonista. El poeta americano cantaba a la libertad y a la belleza de todos los elementos del universo, desde el más insignificante como es una 'Hoja de Hierba' hasta el individuo en una exaltación del cuerpo y el mundo material, sin discriminación poética a la mente y al espíritu. De igual modo, deseo hacer aquí una oda al ser en toda su profundidad e identidad, y a la esencia física; construir una poesía visual en continuum, combinando con la palabra: la tierra y la imprescindible persona. Y Claudia, de cuya mirada brota toda la fuerza de un bosque, es texto donde puede leerse con suma clarividencia todo esto.
R.N. 14.09.23